Occidente vive su
invierno demográfico. La
maternidad se reduce, las
familias posponen la decisión de traer un hijo y, en consecuencia, el número de nacimientos desciende y en varios hogares ni siquiera se garantiza el relevo generacional. Son muchos los motivos que explican este contexto, entre ellos la situación económica de las jóvenes parejas.